Comúnmente se tiene la idea de que traducir
significa nada más pasar un contenido de una lengua a otra, si así fuera, el
trabajo del traductor seria muy sencillo.
Traducir significa mucho más, es trasmitir un
mensaje a un receptor que habla otro idioma, que vive en una cultura diferente,
y es allí donde el trabajo del traductor se complica y es el punto donde pueden
intervenir diferente cuestiones relacionadas a la ética.
En primer
lugar un traductor ético debe respetar el texto siendo fiel (en la medida de lo
posible) al contenido, al propósito general y a los valores discursivos presentes en el texto original.
Es muy común escuchar la equivalencia traducir = traicionar cuando se habla del
trabajo del traductor, pero un profesional del sector de la traducción nunca
traiciona el texto.
En segundo lugar un
traductor ético es imparcial, el trabajo del traductor consiste en hacer pasar un
mensaje sin que se note su presencia, lo cual significa que el traductor cuando
desempeña su trabajo no debe comunicar a través del texto sus ideas políticas o
creencias en el texto. El traductor a lo largo de su carrea puede verse el
situación de traducir textos de los cuales no comparte las ideas o va contra
sus principios morales y políticos. Si como profesional piensas no poder hacer
un buen trabajo es mejor en este caso rechazarlo.
Finalmente un
traductor ético es confidencial. Un traductor no debe hablar o escribir sobre
sus clientes o los textos y contenidos que traduce. En muchos casos los
clientes nos piden firmar contratos de confidencialidad para que la información
a traducir y la información traducida quede protegida.
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